No es una figura retórica al uso
pero si hubiera que elegir lo que es Richard
Stallman para el software libre, veríamos en él una preciosa metonimia. Stallman es al fútbol lo que Adriá a la nueva cocina o lo que Pelé significa para el fútbol. Un todo.
Como todos los grandes genios, su nomenclatura no se reduce a su nombre y
apellidos paterno y materno –o viceversa- sino que un apodo puede valer para
referirse a él utilizando sus iniciales erre, eme, ese; como un proceso
abreviado.
La larga melena y la barba que
ocultan su cabeza como un Rasputin que, lejos de ser ruso es estadounidense,
guardan tras de sí uno de los cerebros programadores más preclaros de los
siglos XX y XXI. Como tantos y tantos, rompió su virginidad computacional en
manos de IBM, en un verano; como tantos. Cuando cumplió la mayoría de edad, la
época voluptuosa, el hacker que hay dentro de cada programador hizo su
apariencia en Richard. Una guerra con Simbolics le llevaría, un año después de
Naranjito, en 1983, el inicio del proyecto GNU. Y de ahí al cielo.
1999 fue el año en el que Stallman promovió la
creación de GNUPedia, una enciclopedia libre padre directo de lo que conocemos
como Wikipedia. Para entonces “rms” ya es una figura dentro del mundo del
software libre y gana sus lentejas en forma de caviar con conferencias en
numerosas universidades dispuestas a escuchar. Es un gurú, amparado tras sus
extravagantes barbas y su pelo largo, su no utilización de dispositivo móvil y
su apariencia mesiánica. Como Rasputin, han llegado a confundirle con el
mismísimo Jesucristo. Aunque no entiendan mal, sana libertades de software, no
hemorragias Romanov.
Darío Novo